domingo, 10 de abril de 2011

LA PIEL DE GEA


La litosfera sería la parte más superficial y sólida de la Tierra; y estaría compuesta por una serie de placas tectónicas, que serían principalmente de dos tipos: oceánico y continental. Estas estarían en un constante movimiento de milímetros a centímetros anuales, e incluso de varios metros en escasos minutos, como los ocurridos recientemente en determinadas catástrofes, como las acaecidas en Indonesia, Chile y Japón.
El primero en darse cuenta que la distribución de los continentes y océanos ha cambiado a lo largo de millones de años en la Tierra, fue el científico alemán Alfred Wegener en 1912. Su teoría se basó en la observación, de las similitudes que había a ambos lados del Océano Atlántico, tanto en su línea de costa, como en su geología y paleontología. El problema de su teoría conocida como “la deriva de los continentes”, fue fundamentar la causa de dichos movimientos. Y no sería hasta 1960 cuando varios científicos retomaron su idea y elaboraron la teoría actual de la “tectónica de placas”. La cual explicaría que las placas son el producto de las corrientes de rocas fundidas del Manto superior, que al ascender hasta la superficie se enfriarían solidificando en superficie. Este proceso se daría mediante el fenómeno llamado “células convectivas”, que dan lugar a la porción sólida de la litósfera en superficie, formando las placas oceánicas y continentales, en función de su densidad. La litosfera “flotaría” encima de la astenósfera, que sería la porción mas externa del manto superior, sobre la cual se deslizarían las placas, estos materiales presentarían una gran plasticidad debido a las grandes temperaturas y presiones a las cuales están sometidos.
Por tanto las zonas enfriadas y solidificadas de estas células de convección serían lo que llamamos placas tectónicas: las oceánicas, más densas y delgadas, y las placas continentales más gruesas y livianas. Entre estas placas hay distintos tipos de bordes o relación entre ellas, pero se pueden simplificar en dos: los subductivos, que serían aquellos en los que una placa se hunde por debajo de otra, y los bordes distensivos, que serían las zonas de dorsal, que hacen crecer los océanos, las llamadas “dorsales oceánicas”. Los bordes de subducción como la fosa de Japón serían zonas muy activas sísmicamente, estas zonas son muy profundas y llegan a alcanzar 11 0 12 km de profundidad, son también denominadas “fosas oceánicas o abisales”.
Gran parte de este conocimiento de la piel de GEA, viene dado por la Geofísica, que estudia e interpreta el comportamiento que se produce de determinadas ondas sísmicas, al atravesar nuestro globo terráqueo.
La Tierra ha tenido distintos ciclos orogénicos, que se han producido durante cientos de millones de años, producidos por las colisiones de las placas tectónicas. Principalmente se distinguen dos orogenias: la hercínica y la Alpina. Los principales cinturones montañosos de nuestro planeta sean generado, por medio de éstas.
La hercínica se produjo entre el devónico y el carbonífero (320 y 280 millones de años), cuando todos los continentes se unieron formando uno, denominado Pangea.
La orogenia Alpina, se produjo durante el cenozoico dando lugar a los Pirineos, los Alpes, los Cárpatos, el Himalaya, etc. Esta orogenia continúa en la actualidad ya que el choque entre estas placas continúa.
Por tanto la piel de GEA cambia y estos cambios siempre han afectado la vida de nuestro planeta. Estos cambios por ejemplo hacen, que aparezcan y desaparezcan continentes y océanos. La vida que se ha desarrollado en los océanos y continentes se han visto afectada y, seguirá condicionada en el futuro. De ahí la importancia que tiene su conocimiento. El desastre vivido recientemente en Japón, es un ejemplo actual. Sabemos y reconocemos, que zonas implican más o menos peligro sísmico, pero no somos capaces de preveer cuando se van a producir. La construcción de centrales nucleares en zonas de alto riesgo sísmico, constituye un riesgo inaceptable para la comunidad internacional. GEA sigue su ciclo con o sin nosotros. Depende que nuestro conocimiento nos haga siempre superar estos acontecimientos y otros acontecimientos catastróficos. Hay que respetar a nuestro planeta, ya que no estamos por encima de él, pese a toda nuestra tecnología y conocimiento.
Texto: Justo Tarancón Fotos: Raquel y Justo